Los trastornos disociativos se caracterizan por dificultades en la integración normal de la conciencia, la memoria, la identidad, la percepción, las emociones o el comportamiento.
Suelen ser difíciles de identificar en un primer momento ya que se caracterizan por un “no darse cuenta” por parte de la persona que lo padece, lo que provoca que la sintomatología no sea evidente y aparezca enmascarada por otros síntomas. Por este motivo es frecuente que se diagnostique erróneamente como otros trastornos que pueden aparecer asociados a ellos.
Los síntomas disociativos se pueden experimentar como una fragmentación de la identidad, despersonalización, desrealización, amnesia, flashbacks, entumecimiento de alguna parte del cuerpo o sensaciones corporales relacionadas con el trauma.
Los trastornos disociativos aparecen como consecuencia de experiencias traumáticas. Su gravedad es mayor cuanto mayor es la duración de esa situación y cuanto más temprana es su aparición en la vida de la persona. Es decir, mayor gravedad cuando los traumas se producen en la infancia y continúan ocurriendo a lo largo de la vida de la persona.
Por este motivo, y aunque no son lo mismo, tienen una estrecha relación con los trastornos de estrés postraumático.